SEPTIEMBRE EN SAITOKI. LA REINA DE LAS AVES YA NOS VISITA DE FORMA REGULAR.

La frescura de la mañana ya nos advierte de que el verano está tocando a su fin. El sol asoma ya por entre las nubes bajas del valle cuando entro al hide y promete un día caluroso, quizá el último del año.

Mientras voy preparando y montando el equipo, aparecen los primeros visitantes del punto de agua. En éste caso un minúsculo Carbonero garrapinos (Periparus ater).

Es muy pronto, y la sombras del amanecer contrastan con el fondo ya incendiado con los primeros rayos del todavía potente sol de septiembre. Los minutos pasan deprisa entretenido con las idas y venidas del Herrerillo capuchino (Lophophanes cristatus), otro pequeño párido forestal que comparte con la especie anterior el hábitat de los extensos pinares de Pinus sylvestris que se extienden por toda ésta zona.

En pleno mes de septiembre son frecuentes las avecillas en paso hacia el África transahariana. Es posible de que éste sea el caso del Mosquitero musical (Phylloscopus trochilus) dada su escasa presencia como reproductor en nuestro Territorio.

Seguramente después de tomar el baño y secarse con los primeros rayos de sol continúe viaje hacia África. Es impresionante la capacidad viajera de éstas aves de apenas 9 gramos. Gracias al anillamiento científico, recientemente se recuperó viva un ave de ésta especie en Suecia, que fue anillada 10 DÍAS ANTES en Murcia. Casi 2500 kilómetros en 10 días.

También incansable viajero es el Papamoscas gris (Muscicapa striata),aunque su reproducción en Álava, no es tan puntual como en la anterior especie.

Avanza la mañana y las águilas reales comienzan a sobrevolar el lugar. La gran hembra no tarda en tomar el posadero.

Una vez parcialmente devorada la presa, se aleja volando. El macho, que ha estado observándolo todo desde una encina cercana, tarda algo más en llegar, pero es cuestión de paciencia. El hambre hará el resto del trabajo.

Vuelven otra vez juntos, pero ésta vez la hembra, con menos apetito simplemente se vuelve a posar en su tronco favorito, mientras que el precioso macho se posa en un enebro para contemplar más de cerca su próxima comida.

Son aves sumamente cautelosas y antes de comer se cercioran de que todo está en orden.

Mientras el gran superpredador alado da buena cuenta del conejo, un arrendajo se baña plácidamente en el punto de agua ajeno a que a pocos metros de él está uno de sus peores y más peligrosos enemigos. Quizá su aguda inteligencia de córvido le diga que ahora no hay nada que temer de la rapaz.

Cada vez que levanta la vista del conejo y mira hacia el hide parece como si atravesara los objetos con sus frías y amarillas pupilas.

Una vez saciado el apetito, el macho abandona el lugar dejando sitio a su compañera.

Buen día de hide.

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